Durar, lo que se dice durar
Nada dura para siempre.
Pero en mí todo
Que estés siempre
Es bastante inmortal
K
Just your imagination
Durar, lo que se dice durar
Nada dura para siempre.
Pero en mí todo
Que estés siempre
Es bastante inmortal
K
¿Sabes? Ahora resulta que María se mudó. Ayer por la mañana la llamé y me contó que a su padre lo habían aceptado en el New York Times en la sección de economía y se han tenido que marchar con muy poco tiempo de reacción. No se sentía con fuerzas para despedirse de nadie, me dijo.
Según me relató, viven en un loft muy bonito, aunque algo pequeño, tiene su habitación dentro de la cocina. Aun así está motivada, porque tiene vistas a la Quinta Avenida y está justo al lado de un restaurante hindú con luces de colores y muchos cojines adornando la entrada. ¡Vaya suerte! con lo que a ella le gusta probar sabores nuevos.
Me ha dicho que lo malo es que, al no tener mucho espacio, está todo el día peleándose con su madre. En la última discusión lanzaron vasos y jarras de cristal al suelo.
También me contó que había ido a dar un paseo por el centro con sus dos hermanas y que estaba completamente abarrotado, precioso con sus luces de neón iluminando toda la escena. Incluso intentó entrar en una misa de góspel, pero no la dejaron.
Estaba contenta porque dice que la vecina está alimentando a sus gatos, que también se los ha llevado a la Gran Manzana, y que ya no se tiene que preocupar por ellos.
Pero bueno, lo más importante es que la noté bien y bastante habladora a pesar de que sigue teniendo estos sueños tan raros. Me ha colgado porque la llamaban para desayunar.
Esta tarde iré a ponerle de comer a sus gatos.
K
Llego a mi casa. Acabo de mudarme. Al lado, un restaurante de comida hindú abre sus puertas, luces de colores y muchos cojines adornan la entrada. Subo los cuatro peldaños de la escalera que me llevan a la puerta de mi casa. Dentro no hay nadie. Está relativamente oscuro para ser las diez de la mañana. Cuando entras, hay una habitación grande con una cama en medio y una tele.
De repente mi madre está allí también y no está sola. La habitación es ahora el comedor y están sentadas mis dos hermanas y mi padre. Mi madre se enfada, amenaza con tirar al suelo un vaso y yo con tirar la jarra de agua vacía. Las tiramos, ella primero, y se escucha el golpe sordo del cristal contra el suelo: chassssss.
Desde la ventana se ve la Milla de Oro, pero realmente es la Quinta Avenida de Manhattan, con todas sus luces de neón iluminando la calle. Le digo a mi hermana menor que me acompañe a dar un paseo, me sorprendo a mí misma, no me llevo bien con ella. Se apunta nuestra hermana mayor.
Casi a la vez, estamos transitando por una Quinta Avenida abarrotada, pletórica de luces y sonidos. Muchas personas caminan rápido por todos sitios, parecen hormigas huyendo de un pisotón. Le doy la mano a mí hermana para no perdernos. "¡No estamos en la Milla de Oro!" , grito.
Mi hermana mayor entra a escuchar una misa de gospel en una iglesia que nos acabamos de encontrar. La seguimos subiendo las escaleras y cinco mujeres que justamente salen de la iglesia nos obligan a irnos por no ser negras. Las miro, ellas son blancas, no lo entiendo.
Me percato de que estamos de viaje y es posible que hayamos perdido el billete de vuelta. Estoy confundida, no sé muy bien dónde estoy y si ellas son mis hermanas.
Vuelvo a casa sola, caminando. Todo sigue como siempre, parece que nunca sucedió nada entre mi madre y yo. La vecina le está dando de comer a mis gatos. Menos mal, ya no tengo que ocuparme de ellos.
Bostezo y tomo un sorbo de café. Aún me parece que estoy paseando por Nueva York con mis hermanas. ¡Vaya sueño más real he tenido! Creo que es hora de empezar el día y dar de comer a mis dos gatos antes de que me compre un billete a la Gran Manzana.
K
No puede ser este egocentrismo
manipulado
extraviado de rumbos
y completamente desafinado
que nos incita al regodeo constante.
Si me apago será para dejar un poco de luz en la oscuridad.
K
Ocurre
Que ya nada es cómo era antes
Que vivimos reprimidos, anulados, marginados
Que los derechos fundamentales peligran
Que hoy mueren ancianos solos en hospitales, recluidos, encerrados, ya dejaron de vivir.
Que hoy te veo y te abrazo pidiendo permiso porque te veo triste y perdido
Y te estrujo y me indigno y me entran ganas de llorar porque a los hermanos no se les tiene que pedir ningún permiso para quererlos.
Que mi salud no es solo cuestión de aislarme de los demás, en una burbuja de miedo, mi salud prende del hilo de tus besos y de tus manos y de tus ojos pero también de tu sonrisa... Tu sonrisa.
¿Qué más ocurre?
Ocurre que no está bien, que está mal
K
La guerra
Ahora la guerra
Ya no es un tiro en la noche
Una serpiente que te roza la pierna
Una mordida a la intemperie que te mata para siempre.
Ahora la guerra te quiere arrancar el alma
Te espera en una esquina como un psicópata cualquiera
Para destrozarte la esperanza, aniquilar tu identidad, desesperarte de miedo y temblores, de ansiedad, de pesadillas, de ARRANCARTE lo que vulgarmente se conoce como
LIBERTAD.
Y somos cómplices.
K
No es verdad.
Nunca lo fue.
Es justamente lo contrario:
se me salta el corazón a cada momento,
siento como un cuchillo cuando, con cualquier excusa,
la vida da vueltas.
Además, me duele el cuerpo
y tengo frío
y tirito igual que siempre,
solo que ahora lo hago por dentro
con las venas saltando como montañas rusas.
Cómo es posible que alguien piense
que soy rara,
que tengo mala leche,
que miro mal,
que nada me afecta,
que nada me duele,
que todo me da igual
¿que soy demasiado seria? (jajaja).
La mayoría del tiempo no puedo respirar,
me cuesta empezar casi todo
aunque no puedo empezar algo sin terminarlo
y todo lo que camino suelo milimetrarlo.
Llueve con muchas canciones
porque nunca olvido
y me siento frágil, sola y triste
casi siempre que no me veo capaz
de llegar a ser lo que siempre soñé.
No me explico cómo hay personas que miran
sin llegar a mirarte de verdad
y no entiendo la levedad eterna.
Me cuesta -y los atisbo desde lejos-
con los psicópatas
y creo que los que llevan el mundo han perdido el timón (por decirlo suavemente),
pero sé de la bondad genuina y de la magia de la vida
y creo que la clave está en la simplicidad.
Por eso no me queda más remedio que pensar
que es el miedo lo que lleva a las personas
-lo que las ha llevado durante todos estos años-
a tacharme de cualquier cosa posible.
De miedo sé yo mucho...
pero sé mucho más de laberintos y de espejos.
Tanto sé que tengo mis propios caminos...
tal vez raros, tal vez,
pero míos.
K
Qué más dan las mascarillas
si en mi querer universal
ni tu cara, ni tu pelo, ni tu ropa
ni tus uñas, ni tus dientes, ni tus arrugas
me importan.
Qué más da que me la quite solo para comer
si cuando estoy en casa, miro directamente al corazón.
Sé de tus andares
hasta desde lejos
Sé de tus respuestas
y de tus manías y sé, porque lo siento,
de tus nubarrones.
Qué me importan a mí ya los calcetines blancos
o que se te vea la liga del tenis
o el dobladillo por encima de la justa medida de la bota
-yo que siempre fui de detalles pequeños, tan agotadores-.
Soy completamente ciega a tus ojeras.
Pero ¡ah! eso sí que no lo perdono:
no perdono el abrazo que me calienta el corazón
apretado como una ducha de agua hirviendo en verano,
no perdono el chascarrillo que solo nosotros entendemos,
ni perdono la mirada torcida
ni las sonrisas, los bailecillos y el olor a casa.
Eso sí que no lo cedo a nada, ni a nadie.
Los momentos juntos, todos ellos
no los vendo.
El tiempo... con sus cansancios y este sueño que siempre tengo...
contigo mi tiempo es oro.
K