Calor

En Tegueste cae la bruma en julio,

mientras se maduran las papayas

y terminan de crecer los felinos.


Cuando yo la vi emerger, despacio, bajo el agua,

estuve dos meses observando sus pequeñas ramificaciones

alrededor del verso y del rugido,

en la compasión y los reflejos del cristal contra el amanecer.


Te vi crecer y juré acariciar tu alma,

como el mar al posarse en el sol.

Y cuidar tus pasos.


En Tegueste todo crece alrededor

y yo me mimetizo entre las ramas y las hojas

entre el mandarino y el mango

y me noto más alta también.


Crezco

lentamente

muy despacio.


Aún no.


Te advierto, con mi vista anclada a la Atalaya,

del retorno de la vida.

Estás ciego

como nieve en la noche de Tegueste

o salina en la cúpula del Teide.


Mi vida se cuece en  la cocina.

El día que me descosí los párpados

estaba pelando papas (papas fritas sin ajo y perejil),

había guardado las velas,

lastimosas y grumosas de polvo y telarañas.

Sentía el dolor punzante 

como si el atardecer en la azotea

fuera de estrellas de hielo.


Y dejé de respirar

durante dos años seguidos.


Hoy respiro plena

aunque a veces se entrecorta el suspiro

cuando grievo y destrono.


Vivo en el equilibrio de los pulsos 

estoy en el mundo de las ideas,

en la telepatía de la verdad,

en donde se dice y se hace.

en el justo punto en que la tierra casa con la raíz de mis plantas.

En los poemas que son ancla de mi Bajamar y verdad.


Vivo en donde existo plena.


En Tegueste, hoy, hace el frío más caluroso de todo el año.

K




Conversaciones con sentido